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martes, 21 de diciembre de 2010

El deber constitucional de ser burros

Un artículo de Luis Miguez Macho en El Semanal Digital.com
Luis Miguez Macho es Decano de la Facultade de Dereito de Santiago de Compostela, Galicia

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El deber constitucional de ser burros

Ha saltado a los medios de comunicación una reciente sentencia del Tribunal Constitucional que deniega a una familia el derecho a educar a sus hijos en casa y no en un colegio. Se basa para ello en que la legislación educativa española impone la escolarización obligatoria y no contempla tal posibilidad, aunque, al mismo tiempo, reconoce que cabría dentro de la Constitución una opción legislativa distinta.

Para más recochineo, la sentencia le acaba diciendo a los padres que no pueden educar a sus hijos en casa, pero sí crear un colegio acorde con sus convicciones. Es decir, quien puede lo más, fundar un colegio entero, no puede lo menos, convertir el hogar en escuela.

De esta forma, las familias que en España se acogen al llamado "homeschooling", que hasta ahora se movían en una situación de vacío legal e incertidumbre jurídica, quedan fuera de la ley, en abierto contraste con los países más desarrollados del mundo, donde esa práctica está legalmente admitida. En pleno debate sobre la calidad del sistema educativo español, nuevamente vapuleado por el informe PISA, la sentencia es cuando menos llamativa.

Yo tengo hijas en edad escolar y nunca se me ha ocurrido plantearme el "homeschooling". Primero, porque ni mi mujer ni yo, que trabajamos fuera del hogar, tendríamos tiempo para llevarlo a cabo. Segundo, porque no me siento capacitado para enseñar a niños, y menos a los propios, por mucho que sea profesor universitario. Tercero, porque considero que la educación escolar no sólo consiste en el aprendizaje de unos conocimientos, sino que también es una forma de socialización y convivencia con otros niños que se pierde en la educación en el hogar.

Ahora bien, que yo no me plantee el "homeschooling" no significa que me parezca mal que otras familias, que tengan tiempo y aptitudes educativas para aplicarlo, y que consideren que la socialización de sus hijos la pueden resolver de maneras distintas a la convivencia con otros niños en el colegio, estén dispuestas a practicarlo. A diferencia de los llamados "progresistas", no estoy de acuerdo con la prohibición de la educación en el hogar ni, desde luego, con su persecución legal.

Con un sistema educativo tan deficiente como el español, lo único que se hace con tal prohibición es consagrar un nuevo deber constitucional: el deber de ser burros. Cuanto peor funciona el sistema educativo, menos se tolera que el ciudadano común escape de él y reciba una mejor formación por medios distintos a los oficiales.

Porque, curiosamente, el "homeschooling" no es una opción para ricos, sino para ciudadanos medios. Los hijos de los ricos y de los políticos no se ven afectados ni por las deficiencias de nuestro sistema educativo, ni por la prohibición de la educación en el hogar; ellos tienen otra escapatoria, que es la de los colegios privados bilingües y la realización de parte de su formación escolar en el extranjero.

Todo esto tiene una moraleja en la que mi buen amigo Pascual Tamburri, que es del gremio de la enseñanza secundaria y, por lo tanto, sabe bien de lo que está hablando, insiste una y otra vez desde estas páginas electrónicas: no es posible, ni sería conveniente si fuese posible, un pacto escolar entre el PP y el PSOE. La izquierda ha hecho a su gusto toda la legislación educativa vigente en España, con los resultados que están a la vista; pactar su reforma con ella equivaldría a aceptar que la izquierda tiene legitimidad democrática para aplicar sus principios y sus programas cuando gana las elecciones, mientras que la derecha está obligada a pedirle permiso para hacer lo propio cuando le toca gobernar.

No necesitamos una reforma educativa más. Lo que necesitamos es un replanteamiento completo de todo el sistema educativo desde presupuestos ideológicos opuestos a los que se han venido aplicando hasta ahora. Cuáles serían esos presupuestos alternativos es fácil de imaginar: respeto a las convicciones y a los opciones de las familias, en lo ideológico, en lo lingüístico y hasta en lo pedagógico, lo que incluye la admisión del homeschooling; diversidad educativa para alcanzar una igualdad real de oportunidades, frente a la vana titulitis que ha impuesto el igualitarismo supuestamente progresista; recuperación de los principios de esfuerzo y disciplina.
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