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martes, 26 de julio de 2011

¿Castigo o aprendizaje?

Sabemos que hay muchas formas de educar y numerosos recursos para hacerlo. Uno de ellos es bastante empleado en esta sociedad y muy conocido por todos: El de los castigos, tema sobre el que os invito a reflexionar con este post.

Por lo que he podido observar, la razón base de los castigos suele ser imponer la disciplina en el hijo así como una búsqueda de aprendizaje para los niños.

A mi modo de ver, los castigos conllevan muchas otras cosas. Entre ellas, la posible rebeldía y frustración por parte del niño, quien la mayoría de las veces reacciona internamente con agresividad, rechazo y desprecio hacia los padres identificándolos como represores, desahogando sus sentimientos con un amigo en cuanto puede.

Y aquí vienen las preguntas cruciales del tema: ¿Hay otra alternativa a los castigos que funcione igual o más eficazmente y no estimule la agresividad contenida o la frustración en el niño? Y… ¿Los castigos hacen que el niño aprenda a solucionar el problema que lo estimuló o sólo consiguen una respuesta inmediata pero no perecedera y en caso de ésta serlo, basada en el miedo?

Mi opinión es que cuando un niño actúa de un modo que no consideramos correcto, lo crucial en ese caso es que el niño vea y comprenda que esa forma de actuar o ese hecho le daña en su desarrollo personal y le perjudica en su futuro. Atención, hablo de “en su futuro” y de “en su desarrollo personal” no de en su futuro inmediato o en su presente, lo cuales (estos últimos) suelen estimular miedo. Si lo enfocamos desde “un futuro medio o lejano” o en “su desarrollo personal” el niño siempre verá una puerta abierta, una posibilidad a evitar el daño si se entrena mientras tanto. Ésta sería una forma de evitar la angustia o sensación de culpabilidad pues aquí, la atención no estaría puesta en el daño sino en el remedio. No en lo enfermo sino en lo sano, aprendiendo su mente a mirar en positivo evitando así la inquietud, la agresividad y la frustración internas, creando por ende una mayor sensación de alegría y bienestar. De hecho, la mayoría de las veces cuando se actúa así, cuando nosotros los educadores y los niños centramos la atención en lo positivo y damos pautas de aprendizaje y tiempo para que el niño cambie de actitud tomándolo como un simple entrenamiento, lo que suele ocurrir es que el niño tiene un “subidón” de energía. Es posible que al principio no le guste tener que hacer ese entrenamiento pero en cuanto lleva unos minutos o unas horas haciéndolo, suelen sentirse muy alegres y hacerlo con gran esmero, cambiando ahora por propia voluntad su actitud, conscientes de los beneficios personales que le trae. Puede que en un futuro se le olvide y por inercia vuelva a caer en el viejo hábito pero bastará un simple recuerdo amoroso de su interés por auto mejorarse para que el niño vuelva rápido a coger las riendas nuevamente…

Un aspecto primordial que quiero recalcar es que para que el niño entienda que esa actitud es errónea y perjudicial para él, hay que explicárselo en un ambiente de armonía y no cuando alguno de los dos (niños o padres educadores) están enfadados o alterados emocionalmente al grado que sea. Lo primero de todo que hay que hacer es parar por completo la situación de desarmonía. Cuando esto ya se ha conseguido, se puede empezar a hablar y educar pues el niño ya está abierto a escuchar y entender… Para nada ha de vivir la corrección como un castigo sino como un aprendizaje.

Y si el niño no se relaja y vuelve a la armonía, si está con el “hacha de guerra” en la mano, ¿Qué hacer? Pues en primer lugar buscar nosotros mismos el autocontrol mental y emocional, la armonía interior. Difícilmente podremos fructuosamente exigirle al niño una actitud que nosotros no somos capaces de tener. ¿Y qué solemos hacer en estos casos? Retirarnos a un ambiente tranquilo (como nuestro dormitorio) y allí, en soledad, quietud o silencio meditando, orando, haciendo alguna actividad que nos guste, viendo una película, etc., poco a poco el relax va volviendo a nuestro interior y la mente y la visión se despejan…

Pues bien, lo mismo hemos de hacer con el niño cuando está alterado: Ponerle figurativamente en una habitación donde esté solo en su propia meditación (activa o pasiva), un espacio que le inste al relax. Cuando sienta ese relax y los sentimientos placenteros que conlleva, le mostraremos los beneficios de la situación y comenzaremos a hablar con él sobre su antigua actitud errónea y lo que puede beneficiarle en su crecimiento y en su futuro un cambio de dicha hablándole siempre desde la comprensión y un enfoque positivo. Entonces, juntos podremos planificar unos “ejercicios” de entrenamiento para ello (que en realidad ya teníamos claros y decididos antes de hablar con él) así como un periodo de acción que variará según el caso pudiendo ser de días, semanas, meses, hasta que el niño sienta que domina ya el tema o indefinido. Y por supuesto, diversas veces le ayudaremos en dicho entrenamiento colaborando en la realización de la tarea mientras le damos un mayor enfoque positivo a ella y le hablamos al niño de la parte del objetivo ya lograda, elogiándole por ello. Si el niño completa el entrenamiento antes de lo estipulado, se para éste con muchos halagos.

Para acabar, un ejemplo práctico de lo expuesto:

Una de las pocas tareas que tiene el niño como obligatorias en la casa es limpiar su cuarto y el pasillo que lleva a él. Durante días, meses, años, no hacemos más que repetirle una, otra y otra vez que ordene y limpie ambos lugares pero él remolonea, no lo hace o lo hace sólo desde el miedo cuando ya nos ve extremadamente enfadados, teniéndoselo que volver a decir después de un tiempo cuando ya vuelven a estar sucios. Una respuesta muy habitual por parte de los padres es castigar al niño sin salir durante el fin de semana, no ir a x fiesta de cumpleaños, no poder jugar a la wii o no comprarle x cosa que le habíamos prometido. Y pregunto yo: ¿Qué tienen que ver la fiesta, la wii, el objeto a comprar o todo un fin de semana con el hábito de la limpieza y el orden?

Desde lo expuesto en este post, tras estar ambos en una situación de calma, se le explicaría al niño los inconvenientes futuros en su vida respecto al orden y la higiene (problemas de pareja, problemas con el jefe del despacho donde puede que trabaje, pérdida de tiempo para dedicarlo a cosas que le gustan cuando busca algo, hijos que no aprenderán de orden y limpieza y le darán mucho trabajo, etc.) También le hablaremos de los beneficios de ciertos aspectos psíquicos que conllevaría ese buen hábito (Planificación del tiempo, salud física y un orden mental, por ejemplo). Lo ideal es hablar interactivamente, estimulando al niño a dar ideas al respecto y a hablar sobre sus sensaciones cuando ve o está con amigos que tienen ese hábito sano en comparación con cuando está con otros que no lo tienen, etc.

Por último, definiríamos y estableceríamos un plan de entrenamiento como puede ser limpiar semanalmente su cuarto, el pasillo que lleva a él y la cocina o el baño o el salón, ayudándole a que aprenda a disfrutar haciendo esas cosas. Por ello, en ningún momento le restaríamos tiempo del que tiene para hacer otras cosas que le gustan. Podría comenzar en el mismo día o al día siguiente. Al principio, habría que recordarle con cariño y positivismo que tenemos un acuerdo y ya ha pasado una semana desde la última vez que limpió lo estipulado pero después, llegará el día en que el niño lo haga por sí solo sin que se lo recordemos. Cuando llegue este momento, tras hacerlo varias veces, volveremos a ayudarle de vez en cuando haciéndolo con él mientras le alabamos sus avances y le damos ejemplo de cómo hacerlo con una mayor calidad (limpiar también detrás y debajo de los muebles, los cristales, etc.). Para acabar, cuando ya lo haya hecho por sí mismo unas cuantas veces o él mismo venga a nosotros y nos recuerde que lo ha estado haciendo bien y que quiere parar ya de tener ese trabajo extra, le valoramos todo lo que ha hecho y conseguido y le dejamos solamente con las responsabilidades que tenía antes del entrenamiento (su cuarto y el pasillo que lleva a él) a no ser que él pida continuar indefinidamente con más.

Os invito a todos a probar a actuar así con cualquier aspecto: limpieza, horarios, salidas, vestuario, alimentación, estudios, juegos, etc. Estoy segura de que os agradarán los resultados. Requiere de energía pero tu hijo y tú saldréis grandemente beneficiados por ello.

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ESCRITO POR...


Nuria es escritora, conferenciante y madre de niña y niño nacidos en 1996 y 1997 a los que ha educado siempre mediante el homeschool monoparentalmente, hasta hace tres años que lo hace en pareja. Actualmente viven en una comunidad en Benissa, Alicante.

Puedes leerla en su web: www.nuriaaragoncastro.com
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